martes, 28 de junio de 2011

PALMATUM

ARTICULO SOBRE JOHN YOSHIO NAKA




Creo interesante la lectura de este artículo, el cual deja claro la deuda que de alguna manera tenemos los aficionados al bonsái con John Yoshio Naka, gran pedagogo y divulgador del bonsái en Occidente.


OPINION
JOHN YOSHIO NAKA
El escultor de árboles
Empezó a enseñar el arte del bonsái en los años 50 y se convirtió en su gran divulgador en Occidente


Para la mayoría de los españoles, el popularizador del bonsái fue Felipe González. La afición del ex presidente por el cultivo de árboles en miniatura sirvió para que, allá por los 80, muchos oyeran hablar por primera vez de esta milenaria tradición asiática. Sin embargo, miles de personas en todo el mundo y también en España conocían ya este arte gracias a John Yoshio Naka, quien acaba de fallecer en EEUU a los 89 años.
Naka fue el gran divulgador del bonsái en Occidente. Fundador de los primeros clubes de aficionados fuera de Japón, contribuyó de manera esencial a difundir este arte y a enseñar a practicarlo con sus clases, exposiciones y giras por varios países, incluido España. Sus libros, traducidos a varios idiomas, son para los expertos el catecismo de las técnicas del bonsái. Una de las mejores colecciones del mundo, la del U. S. National Arboretum de Washington, lleva su nombre y guarda parte de sus piezas más valiosas. Allí se conserva, por ejemplo, Ghosin (protector del espíritu), una célebre composición con 11 sabinas formando un bosque que es apreciada por los amantes del bonsái como lo sería el edificio de un arquitecto famoso o el gran cuadro de un pintor. Puesto que el bonsái no es dado al fetichismo de otras artes, la celebridad de obras como ésta es la constatación de la excelencia de un maestro que obtuvo los máximos reconocimientos. En 1985, el emperador Hirohito le condecoró con la Quinta Clase de la Orden del Sol Naciente, el máximo honor que Japón concede a los extranjeros.
Naka había nacido en 1914 en Colorado, hijo de emigrantes japoneses. Se crió en la granja familiar hasta que, a los ocho años, se trasladó con sus padres a Japón para cuidar de su abuelo, quien acababa de enviudar. El niño se convirtió en el mejor ayudante del abuelo Sadehei, un reputado maestro de bonsái del que aprendió los conocimientos clásicos. Naka contaría que estuvo años dedicado a regar antes de que pudiera siquiera podar una rama. En sus paseos por la montaña, su abuelo le insistió siempre en mirar el paisaje para aprender de la naturaleza.
En 1935, con 21 años y para evitar ser llamado a filas en Japón, regresó a la granja de sus parientes en Colorado, tras estudiar paisajismo en una escuela de artes. Al año de llegar a América, se casó con Alice Toshito, una vecina de origen también japonés con la que tuvo tres hijos. Vivieron en Colorado hasta que, en 1946, harto de un clima de contrastes, se mudaron a Los Ángeles. En California creó una empresa de jardinería y comenzó a reunirse con otros miembros de la comunidad nipona, también cultivadores de bonsái. Naka pidió a sus compañeros que invitaran a personas no entendidas y los convenció para que hablaran en inglés, tratando de traducir los ambiguos términos estéticos japoneses.
Primeros clubes
Hasta entonces, pocos occidentales habían entrado en el mundo del bonsái. En España hubo pioneros, como el barcelonés Faust Vergés, autor del primer libro en castellano (Bonsái arte japonés, 1979), pero el asociacionismo, hoy muy potente, fue más tardío que en otros países. En EEUU los clubes florecieron ya a partir de los 50 y Naka tuvo un papel primordial en el importante Club Bonsái de California, que presidió durante décadas. Muy pronto, se vio organizando las primeras exposiciones e impartiendo clases por todo el país, mientras aumentaban los aficionados. Apareció en televisión haciendo demostraciones y su fama creció tanto como su colección y su maestría. El auge mundial del bonsái que él había ayudado a crear le llevó a Europa a partir de los 70.
Javier Ariño, propietario del vivero madrileño Freude Bonsái, lo conoció en una de sus visitas a España, a principios de los 90 y lo recuerda como un hombre afable e inquieto, «poquita cosa, pero tremendamente ágil», capaz de subirse a la mesa de un salto, pese a su edad, si el trabajo de modelar un árbol lo requería. Ariño considera a Naka el gran renovador de la enseñanza del bonsái y cree que sus obras Técnicas de bonsái I y II son el auténtico «libro de cabecera» de los aficionados. Lo mismo opina José María Rubio, presidente del Club Bonsái Madrid, para quien sus textos son «la Biblia o el Catecismo» del bonsái. Rubio, que recuerda la primera visita de Naka a España, en octubre de 1986, lo considera como un fabuloso creador y un magnífico divulgador. Para Carlos Lázaro, del Club Bonsái Colmenar, la exquisitez y expresividad de sus dibujos prueban la capacidad de transmitir enseñanzas del maestro.
Naka siguió activo hasta el final de su vida, reconocido como gran maestro por las glorias del bonsái nipón, como Saburo Kato.
Curiosamente, aunque viajó hasta Australia, Sudáfrica, o Suramérica para enseñar su técnica, no dio clases en Japón. «Hubiera sido», decía, «como querer predicarle a Buda».

John Yoshio Naka, maestro de bonsái, nació en Fort Lupton (Colorado) el 14 de agosto de 1914 y falleció en Whittier (California) el 19 de mayo de 2004.

EL MUNDO
Domingo, 30 de mayo de 2004. Año XV. Número: 5.286.
Artículo de: Pedro Cáceres

sábado, 25 de junio de 2011

INJERTOS (I)



CIRUGÍA DE UNA RAÍZ

Siempre he dicho que no es bueno llegar a la jubilación sin hobbies, debemos “cultivar” ahora el entretenimiento que nos mantenga “verdes” en el futuro, sin pretenciones, disfrutando lo mismo plantando una semilla que trabajando un árbol de más o menos categoría, cuando esto es así y con ello nos pasa el tiempo sin apenas darnos cuenta, podemos decir que lo hemos conseguido.

Ahora vamos a perder un poquito del mismo, trabajando un injerto en una raíz de granado que llevo cultivando varios años, mas que nada por curiosidad, ya que es sorprendente ver (por problemas de la técnica tampoco puedo ofrecer fotografías de su evolución total) como un trozo de raíz que nunca había visto la luz es capaz de adaptarse al exterior y brotar de la misma forma que cualquier otro árbol






En las fotografías anteriores la vemos con el primer injerto practicado, no es gran cosa, no tiene conicidad ni movimiento, espero que con el tiempo, mucho tiempo y algo de trabajo quede bien en la foto. En cualquier caso lo que ahora nos ocupa es reposicionar la rama no lograda con el injerto anterior.


El injerto por aproximación practicado en el 2008, aunque llego a unir con éxito no broto con la suficiente fuerza:








Esto unido a que el granado tiene una cierta predisposición a “retirar savia” sin aparente causa justificada, dio como fruto que se perdiera la rama, la cual vamos de momento a cortar, más adelante rebajaremos mejor el abultamiento dejado.


Lo intentaremos nuevamente con otra forma de injerto, que a mi particularmente me gusta más que el de aproximación, entre otras razones porque te permite una colocación de la rama justo en el lugar donde la quieres, naciendo desde el centro del tronco y no desde un lateral del mismo, el único inconveniente es elegir el momento oportuno de crecimiento, de tal manera que no tengamos que practicar un orificio de gran diámetro en el tronco para pasar la rama y que el grosor y la madurez de la misma te permitan un posterior desarrollo sin problemas.


Empezamos practicando con un taladro el alojamiento de la rama a través del tronco, la cual hemos dejado crecer previamente a destajo para este fin





La pasamos con mucho cuidado sin romper los pequeños brotes que ya despuntan


Podemos comprobar perfectamente lo que decía al principio, vemos claramente el nuevo injerto y el resto del anterior y podemos comprobar el nacimiento de la rama en cada uno de ellos con respecto al tronco.

Bueno solo queda sellar bien los orificios de entrada y salida de la ramita y darle un poquito de movimiento con el alambre. Operación terminada:









En esta última fotografía vemos como han desarrollado los brotes en apenas veinte días.


Ya les contare!